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TITULO: "Invasión femenina"
Texto:
MARIA LAURA NEVES
Fuente: Marie Claire, septiembre 2015
Escalan edificios, se cuelgan de andamios, saltan muros... A estos riesgos, las mujeres que se dedican al graffiti
suman el del machismo de un universo dominado por hombres. Sus dibujos huyen de estereotipos sexistas. Así son
algunas de las graffiteras más importantes del mundo.
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Eran las 11 de la noche cuando la carioca Pamela Castro, entonces con 21 años, esperaba a un amigo para graffitear en una gran avenida en Río de Janeiro. La pareja pintaría el muro durante la noche para evitar líos con la policía, ya que no tenían autorización del dueño del espacio. Panmela estaba sola en el momento en que fue abordada por un hombre que decía ir armado. Él la sujetó por el brazo y la arrastró hacia una plaza oscura. La graffitera fue salvada por un vehículo de la policía que pasó por allí en el momento en que el criminal amenazaba con violarla. O sea, fue socorrida por quien pensaba que iría a perseguirla. "Fui asediada un millón de veces en las calles", dice. Hoy, con 34 años, dirige la red Nami, una organización que enseña graffiti a chicas del suburbio carioca para que puedan protestar, por medio del arte, contra el machismo y la violencia doméstica.

"Durante mucho tiempo los tíos no me tomaron en serio por ser mujer", dice Panmela, que usa el pseudónimo Anarquía boladona. Pero, igual que los hombres, ella se enfrenta a todos los obstáculos de la actividad, como cargar con escaleras a la espalda para pintar la parte superior de casas y enfrentarse a problemas legales por la actividad artística muchas veces no reconocida. Panmela cuenta también que tuvo que guardar el equilibrio sobre cornisas estrechas (a veces de diez centímetros) para pintar el lado exterior de edificios, subirse a andamios e incluso hacer rapel para dibujar en una pared a muchos metros del suelo. "Nunca dejé de hacer nada por ser chica", asegura. Al igual que Panmela, mujeres de todo el mundo buscan los muros para expresar sus sentimientos y luchar por más igualdad. "La participación de las mujeres en el arte de calle es creciente", afirma la fotógrafa americana Martha Cooper, que fotografía la escena desde los años 70. 

Aunque la presencia femenina se haya multiplicado por diez en la última década, Martha estima que "no pasamos el 1% del total de graffiteros". Incluso en menor cantidad, ellas hacen mucho ruido con dibujos coloridos, cargados de sentimientos y una estética muy femenina. "Las graffiteras quieren ser respetadas. Muchas veces el mensaje es feminista", afirma el investigador Gustavo Coelho, de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, estudioso del tema. El graffiti nació esencialmente masculino durante la década de los años 70, en medio del movimiento hip-hop, en Nueva York. La lucha por el territorio era tenaz, y los ataques violentos, con asesinatos, eran muy frecuentes. Miembros de las bandas de un barrio pintaban sus nombres - tags, en la jerga de las calles- en vagones de trenes que circulaban por barrios enemigos como forma de provocación. Aunque no pudiesen entrar en la "zona prohibida", era una manera de reforzar su identidad en el campo adversario. Con el paso del tiempo, las letras fueron evolucionando en dibujos y comenzaron a aparecer mujeres supervoluptuosas en las pinturas. 

Precisamente contra esa imagen de objeto es contra lo que las graffiteras luchan en la actualidad. "Como no formaba parte del hip-hop y no pintaba los mismos dibujos, decían que yo no era una de ellos", cuanta Nina Pandolfo, de 38 años, la graffitera brasileña conocida por pintar imágenes de chicas con ojos grandes, flores, gatos y bichitos entrañables. Ella comenzó su carrera en los muros de Sao Paulo a principios de los 90, cuando el arte callejero estaba bajo fuerte influencia de los artistas norteamericanos. "Mi trabajo refleja lo que soy y por eso transmite feminidad", dice Nina. Hace poco más de diez años, sin embargo, la autenticidad de Nina llamó´la atención de los críticos y pasó a exponer en ferias de arte en Sao Paulo y fuera de Brasil. Aún hoy, algunos graffiteros no ven con buenos ojos los trabajos muy femeninos como los de Nina. "Me gusta cuando las mujeres pintan como los hombres", dice un defensor del graffiti de Sao Paulo, que prefiere permanecer en el anonimato. "Eso quiere decir que está guay ver un trabajo sin saber el género de quien lo hizo". Este argumento, sin embargo, va contra todo aquello por lo que las mujeres del movimiento luchan. Una de ellas es la afgana Shamsia Hassani, de Kabul. Única graffitera del país, suele pintar con pintura azul personajes vestidos con burka o hiyab en situaciones diferentes a lo que querrían los radicales islámicos: bailando, tocando instrumentos, surgiendo de las profundidades... 

Por su parte, la sudafricana Faith, de 47 años, de Ciudad del Cabo, que no revela su verdadero nombre, es otra referencia. Su especialidad es retratar a mujeres espiritualizadas y filosóficas. En uno de sus murales más famosos dibujó a una chica con la frase "nuestra palabra es nuestra arma". Y es queel rasgo identificador de todas ellas es un paso a la igualdad. En España también existen ejempolos de artistas que han convertido las paredes en lienzos donde plasmar este arte colorista lleno de contenido. Es el caso de la murciana Matilde Tomás, Eme en los graffitis, licenciada en Derecho y pintora e ilustradora autodidacta, que tras dejar huella por las paredes de medio mundo ( Atlanta, Miami, Bolzano, Roma, Estrasburgo, Paris, Munich, Basilea, Lisboa, Oporto, Valencia, Barcelona, Zaragoza y Tolosa) y asistir a convenciones de arte urbano ha vuelto a su ciudad natal para montar su propio estudio de ilustración y diseño llamado Casa Chiribiri, en el que "llevo acabo pequeños proyectos de identidad para establecimientos comerciales creando su imagen con un toque handmade: rotulación tradicional, persianas, fachadas, murales interiores". Matilde, que lleva diez años pintando en la pared, asegura que su pintura "crea pequeñas escenas con secillos mensajes". Alice Pasquini (Roma, Italia), de 30 años, pinta mujeres en grandes paneles, destacando sus expresiones. Su obra más cara se ha vendido por 6500 euros. La canadiense Miss Me sólo pinta en las calles y suele descontextualizar iconos de la cultura pop. Bambi tiene 33 años y grafitea pop art con plantillas (stencil) por las calles de Londres. Por su obra más cara se han pagado más de 85000 euros. La marca registrada de Nina Pandolfo son chicas y animales en tono pastel. Su mejor obra alcanzó los 80000 dólares.

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