«Si no puedes con ellos, únete a ellos»; así, al menos, debieron de
pensar hace un año un grupo de comerciantes del distrito de Chamberí,
hartos de que las fachadas de sus negocios de la calle del General
Álvarez de Castro amanecieran, mañana tras mañana, «decoradas» con las
indiscriminadas pintadas de los grafiteros de la zona.
La idea se le ocurrió a César, el propietario de una veterana frutería
situada al comienzo de la calle: «Estábamos hartos de que nuestra
fachada acabara pintada por grafiteros. Hicimos reforma y cambiamos el
antiguo cierre por uno eléctrico, que temíamos que también nos
estropearan». Así que, según cuenta Juan Manuel, uno de los
dependientes, se decidieron a llamar a Juan Martínez, un joven
estudiante de Ilustración, vecino del barrio, para que decorara el
cierre del establecimiento: «Le propusimos que nos pintara un tema de
acuerdo con nuestro negocio». Dicho y hecho: dos abejas recogiendo
polen de una flor y un panal decoran hoy El Colmenero -así es como se
llama la frutería, especializada también en la venta de miel-. Según
Juan Martínez, creador de los dibujos, «los grafiteros se respetan
entre ellos. Si hay un dibujo hecho, otro no va a pintar encima». La
iniciativa cumplió su misión, y desde entonces el cierre de César no
volvió a aparecer con pintadas.
Un toque de color para el barrio
El boca a boca funcionó entre los vecinos y pronto se sumaron a la idea
otros negocios de la zona. El
siguiente fue Ignacio Martín, dueño de una tienda de motosierras: «Ví
el «graffiti» de la tienda que vende miel, y me gustó. Encargué el
diseño a un familiar diseñador gráfico y le pasé el tema al decorador».
Ignacio asegura que con este proyecto los grafiteros han parado
radicalmente de hacer «garabatos». «Hace dos años pinté la fachada de
un par de colores y a los cuatro días ya estaba llena de pintadas».
Tras la tienda de motosierras han sido numerosos los comercios de la
calle en animarse. Desde hace dos meses se han apuntando al «graffiti»
una farmacia, una inmobiliaria, una agencia de viajes y un estanco. Su
éxito ha llegado incluso a otras calles: «El restaurante Puerta y
Brasa, de Bravo Murillo, ya me ha pedido referencias», dice Antonia
Escobar, su encargada. José Antonio Terrón, dueño de la inmobiliaria,
está encantado con su decoración. Además, dice que desde que pintó su
fachada ha conseguido también librarse de otro problema, el de las
pegatinas de los cerrajeros que tanto le costaba quitar.
También los vecinos se muestran encantados con el nuevo toque de color
que se está dando a su barrio. José Antonio está convencido de que, si
el resto se animara a adoptar esta iniciativa, General Álvarez de
Castro podría llegar a convertirse en la «calle del graffiti» y ser un
reclamo para madrileños y turistas: «Vendrían más por aquí a disfrutar
de las terrazas».
Más de cuarenta tiendas. Mientras
tanto, a Juan Martínez no le falta trabajo. Ya ha pintado unas cuarenta
tiendas y le siguen llamando, aunque se queja de que sus obras no están
bien valoradas: «Lo que yo hago no lo considero «graffiti», sino
decoración». Aunque depende del tamaño, una fachada puede llevar a Juan
toda una tarde o incluso algo más, y el precio de los «graffitis»
oscila entre los 150 y 300 euros. Antes de empezar a trabajar, el
comerciante le suele hacer una autorización para evitarle problemas con
la Policía Municipal. Desde hace meses, esta iniciativa se está
extendiendo por otras zonas comerciales de la capital. Todas las
noches, cuando los comerciantes echan el cierre a sus negocios, la
céntrica calle de Fuencarral se convierte en una especie de museo
callejero para el llamado «arte urbano»: llamativas firmas y logradas
«muñecas manga» llenan de color una de las calles más transitadas de
Madrid.
También se han ido sumando al proyecto otras localidades de la
Comunidad. Un «graffiti» mural decora desde hace días la fachada del
Centro Social Caleidoscópico. El trabajo se debe a un convenio de
colaboración que el Ayuntamiento de Móstoles ha firmado con el artista
local Francisco Javier Mata Escobar. Las figuras de Don Quijote y
Sancho y un característico paisaje manchego decoran este gran mural
temático, con el que esta localidad del suroeste de Madrid ha querido
rendir su pequeño homenaje al IV Centenario de la edición de El
Quijote.
La elaboración del mural se enmarca, además, dentro del programa de
artes plásticas y visuales que este año está desarrollando la
Concejalía de Cultura de esta localidad madrileña. Un proyecto con el
que el consistorio mostoleño quiere demostrar su apoyo a esta nueva
expresión artística, que, si se usa de forma racionalizada y en
espacios y lugares adecuados, puede convertirse en una divertida forma
de decorar las «grises» calles y fachadas de la localidad.
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