Colee
más o colee menos, ARCO sigue siendo una muestra muy
«vivita», atenta, aunque sea en proporciones
pequeñas, a lo que se cuece en las calles. Incluso, sin el
«cariño» de las autoridades. Ésa es la
razón por la que este año un apartado como On Youth
Culture («Sobre la cultura juvenil») dedique unos cuantos
metros cuadrados (casi podríamos hablar de centímetros)
al graffiti y a los graffiteros, a los creadores que se iniciaron como
artistas sobre los muros desolados del suburbio y ya empiezan a tener
acceso a las galerías. Muchos los consideran una tribu urbana y
hasta violenta. Para otros es simplemente una expresión marginal
reducida al extrarradio (y al Metro) de las grandes urbes. Sin embargo,
además de formar parte principal del paisaje con figuras de las
ciudades, algunos de sus practicantes han ido más allá de
la gamberrada con sus creaciones semiclandestinas.
Las
líneas maestras de esta apuesta nos pintan a artistas que son
muy valorados (a veces mitificados como leyendas urbanas) entre los
jóvenes de barrio, amantes del graffiti y de estilos musicales
como el rap y el hip-hop. La calle es suya, por supuesto, pero muy
pocas galerías lo son. Las que han llegado a ARCO son algunas de
ellas.
Tensemos, pues, este ARCO y sigamos la flecha hasta la plaza formada
entre los pabellones 5 y 6. Allí se encuentra la propuesta
promovida por el Ayuntamiento de Alcorcón. A través de
una pantalla se muestran graffitis llegados por correo
electrónico y también las paredes ofrecen otros sacados
del contexto de la pared, del muro, de la valla, del vagón y del
contenedor. Pero sabe a poco, a muy poco. Cualquier paseo por uno de
nuestros barrios periféricos puede ser más
suculento.
Así
pues, no queda sino cruzar la puerta del pabellón número
9. Nada más entrar, a la izquierda, se encuentran las casetas de
On Youth Culture, y comprobar si lo prometido por los organizadores es
deuda. Poco ruido, pero unas cuantas nueces. Como las de la
galería Leo Koenig (www.leokoenig.com). En ella, Tom Sanford
pinta (en bastos) el lado turbio de la fama como en su retrato de Kate
Moss y Pete Doherty, sucio y provocativo, drogodependiente y
tabernario, o en el impactante «La muerte de Russell Jones»
con sus putos (angelotes) negros y un Bush en estado de gracia.
Desde Rusia con amor (y con humor) Natasha Struchkova y Janna Kadyrova,
en la Regina Gallery moscovita (www.regina.ru), prefieren las
digitalizaciones trasladadas prosteriormente al lienzo, los pokemon,
los videojuegos a gran tamaño, pero que bien podrían
estar listos para ser estampados sobre las mochilas de los colegiales
de todo el mundo. En Stuart Shave (www.modernartinc.com), de Londres,
Barry McGee, «Twist» para sus colegas, apuesta por los
dibujos de trazo indio, o alguna caricatura desternillante como la de
Hitler.
Al
lado, hay que tentarse los machos. Porque en la galería Roberts
& Tilton (www.robertsandtilton.com), Ed Templeton (residente en los
duros suburbios angelinos y profesional del skate board) desnuda pieza
a pieza el cuerpo más oscuro y tenebroso de la juventud
americana: yonquis, niños disminuidos jugueteando con pistolas
(de verdad), rockeros destartalados, adolescentes devorados por la
tele, pornografía, pandilleros, neonazis y hasta un chaval
esnifando pegamento. Desolación de la quimera yanqui en piezas
como «Erick se prepara un tirito de cocaína». El
desconsuelo hecho belleza.
Una forma distinta de pasar por Arco. Pero sabe a poco, a muy poco,
como se ha dicho. Si les pica el gusanillo en las web citadas tienen
más información (enjundiosa, por cierto) de los artistas.
De no ser así, a esperar que algún galerista valiente
también se eche a la calle y tire de spray.
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