Para
muchos se trata de un galimatías de apariencia
caligráfica, de sucios garabatos que ensucian y deterioran el
paisaje urbano y que son obra de unos vándalos gamberros. Sin
embargo, hay algo detrás, porque lo mismo el trazo nervioso y
rápido del «tajeo» que la «pieza»
más elaborada comparten un rasgo de identidad: la firma, que es
el alias o, si se prefiere, el «nombre de guerra»
clandestino del «grafitero». Cada una de sus deposiciones
pictóricas habla de una persona, de un adolescente que se
desarrolla y vive confinado en la ciudad moderna, en la que ya se
consumó la ruptura total con la naturaleza, con el mundo
agrario.
Y así, mucho más allá de una simple mancha, cada
«tajeo», cada «vomitado», cada
«pieza» es un grito de rebeldía, un
personalísimo «¡Yo estoy aquí!», un
libertario puñetazo gráfico al que además se
asocian otras manifestaciones de una cierta cultura juvenil: el
hip-hop, generadora del rap y del break-dance.
Salir
del gueto, cambiar la realidad
¿Por qué en el Museo de Altamira? Para el profesor Pedro
Linares, comisario de la exhibición, existen varios puntos de
contacto entre el «graffiti» y el arte rupestre. «En
primer lugar, la función mágica de la pintura. El
«grafitero», como el hombre primitivo o como el artista de
las vanguardias clásicas -afirma Linares- busca cambiar la
realidad en que vive. Así, con sus dibujos el hombre
prehistórico conminaba a la Naturaleza para dominarla; por su
parte, nuestrosjóvenes «grafiteros» buscan salir del
gueto de la marginación para modificar su estatus, ya sea de
forma involuntaria. En segundo lugar, si los rituales mágicos
del hombre prehistórico se servían de la pintura, de la
música (utilizaban flautas de hueso y otros instrumentos) y de
la danza , el «grafitero» tiene, además de un modo
de expresión pictórica, una música y un baile que
les son propios: el rap y el break-dance. En tercer lugar, el artista
de Altamira y los «grafiteros» hacen casi un mismo uso del
soporte. Los bisontes hallan volumen en los volúmenes
irregulares de la piedra caliza y el trazo se ajusta y acentúa
en las grietas, de la misma manera que estos clandestinos artistas
urbanos incorporan a sus piezas las ventanas, las puertas o las
imperfecciones de un muro.
Por
último, hay que señalar que el primer «tajeo»
y el primer aerógrafo se encuentran ya en Altamira. Así,
las manos impresas en el techo de la cueva pueden considerarse como la
impresión personal de sus dueños; y, en cuanto al
aerógrafo, aquí se ha hallado instrumentos para pintar
soplando, aunque ninguna de las pinturas que han llegado hasta nosotros
haya sido realizada con ellos».
Jesús de Diego -autor del ensayo «Graffiti. La palabra y
la imagen« (Los libros de la frontera)- hace un poco de historia
y explica a ABC que el «graffiti» es un
«fenómeno eminentemente norteamericano, que nace a
principios de los años 70, se desarrolla en las grandes ciudades
entre los adolescentes afroamericanos. Las manifestaciones de este arte
urbano son el «tajeo», que es la firma simple(un
pseudónimo como «Muelle», «JES»,
«Okuda» o «Fade») y que significa la presencia:
«Yo he estado aquí». Sirve para
«bombardear», para hacer ubicuo el paso de su autor por el
paisaje urbano.
La «pieza» es la firma desarrollada como un motivo
más elaborado de acuerdo con requisitos convencionales de
tamaño, calidad gráfica, adscripción a un cierto
estilo y habilidad con el «spray» de pintura y sus
diferentes boquillas. A medio camino entre ambos se encuentra el
«vomitado», que se realiza con muchos menos medios y de
manera más elemental que la segunda. Y por último,
están los «wagons» (vagones) y los «whole
cars» (coches enteros), que son «piezas» de gran
tamaño que viajan en autobuses, trenes y hasta en
aviones».
«Su único sitio es la calle»
¿Habría forma de contentar a quienes se sienten agredidos
y perjudicados por el «graffitismo», como proporcionar
espaciosautorizados para que los jóvenes pinten? «Su
único sitio es la calle -concluye Linares
categórico-.
No
hay forma posible de acercamiento, porque entre sus presupuestos se
cuentan la búsqueda muy elemental de identidad en el espacio
público y el gusto por la clandestinidad. Los
«grafiteros» dicen que si estuviera permitido, no les
gustaría».
Aunque quizá no sea del todo así. JES (Jesús
Cerezo Ventura, Madrid, 1975) y Okuda (Óscar San Miguel Erice,
Santander, 1980) están aquí, en Altamira, realizando una
pieza conjunta en la que desarrollan el tema de la evolución del
hombre, desde la prehistoria hasta que se arma de máscara y
«spray» para pintar las paredes de la ciudad. JES recuerda
que empezó«en serio» a partir de 1997. Aunque en un
principio el «graffiti» era un «grito de
protesta», él se considera «más cerca de lo
estético» y con un estilo «inclasificable, porque
mezclo el pastel (la caligrafía, el «tajeo» plano)
con el 3D (los motivos volumétricos)». JES, que
actualmente trabaja en publicidad, tiene alguna referencia en la
historia de la pintura -«admiro a los surrealistas, muy
especialmente a Dalí, un artista que me encanta, concluye el
artista- y también del cine, como H. R. Giger, el
escenógrafo de la película «Alien»».
Por
su parte, el santanderino Okuda también admira a H. R. Giger y
señala entre sus artistas preferidos a Picasso, «sobre
todo cuando consigue transmitir lo infantil». Estudia Bellas
Artes y comenzó a pintar «alos catorce años para
marcar el barrio. Mi firma la ví de pequeño en los
créditos de una serie japonesa de dibujos animados. Pinto
«graffitis» porque pertenezco a una sociedad que nos ha
bombardeado continuamente con mensajes, y porque es una forma de decir:
«Yo estoy aquí»». Se ha formado en el
«grafitismo» clásico de los años 80:
«BBC», «Jon One», «Lokiss»,
«Ash», «Skki» (de París):
«Tats», «Crew», «TKD»,
«Seen» (de Nueva York), aunque «todos dicen que lo
mío es mío y yo procuro no repetirme ni ser rutinario.
Todavía pienso que no tengo estilo».
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