"Madrid es una de las capitales europeas más bombardeadas de
firmas. Ya no queda ni espacio": así de
categórico se muestra el colectivo Boa Mistura, un grupo
formado por gente que empezó haciendo 'tags', o firmas en
superficies, el "primer escalón" hacia el reconocimiento,
con el que muchas personas justifican esta práctica,
considerada como "actos vandálicos" por las autoridades
municipales, y jaqueca ya crónica para los vecinos del
centro de Madrid.
En el año 1977, un estudio del Ayuntamiento cifraba en unas
35.000 pintadas realizadas en la capital. Eran mayoría las
pintadas de carácter "político y contracultural". Treinta años más tarde, el departamento de
Medio Ambiente cifraba en 110.000 metros cuadrados las pintadas
limpiadas en los muros del distrito Centro, en su mayoría
vacías de contenido político; en este
año, la cifra limpiada ha descendido a los 96.000 metros
cuadrados, según datos proporcionados por el Área
de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid. "No es que se haya
limpiado menos, es que hay menos, pero cualquiera que se pasee por el
centro se puede dar cuenta de que aún está lleno
de graffitis ", reconocen desde Medio Ambiente. Aseguran que parte de
ese descenso tiene que ver con el aumento de las cuantías de
las multas, que han pasado de los 60 euros a un abanico de 300 a 6.000
euros, aunque no proporcionan cifras de cuántos expedientes
se han abierto desde entonces.
El Ayuntamiento de la capital se
gastó el año pasado seis millones de euros en
limpiar pintadas de edificios públicos y privados.
Según el Consistorio, el mantenimiento de la fachada no es
su responsabilidad, aunque "se actúa subsidiariamente para
limpiarlas". "A mi el Ayuntamiento me ha pintado la fachada esta
semana", confirma Francisco Sánchez, dueño de uno
de los bares de la calle Cristo. " Pero el lunes ya estará
llena de firmas. Es irremediable", añade.
"El barrio está feo así. A mi me parece una
porquería", dice Said, de 22 años. "Hay cosas
chulas, curradas, en cierres, en sitios que no molestan,
¿pero las letras esas por todos lados? Eso sólo
ensucia", sentencia mientras sus dos amigos que ven la vida pasar desde
el quicio de un portal asienten con la cabeza.
"Todos hemos empezado así, pintando con rotuladores. Lo que
pasa es que hay gente que ponemos límite, y hay otros que
firman en cualquier sitio, como termitas". Quien habla es Piwi,
pseudónimo de este graffitero de 26 años que no
recuerda ni cuándo empezó a estampar sus firmas
por cajetines de luz, reversos de señales de
tráfico, en alguna estación de Metro, a colarse
para pintar trenes, o en cualquier superficie visible. Pero habla de
límites: "A mi no se me ocurriría pintar en una
iglesia, en un monumento o en un portal. Tampoco uso ácido
para pintar en los muros, porque eso es una putada y además
te puedes quemar las manos. Pero es la moral que tenga cada uno", dice,
y añade que el problema podría solucionarse "con
espacios que deje el Ayuntamiento para que la gente pueda pintar".
Piwi y su novia Tiva, de 18 años, viven y conocen el barrio
del centro al dedillo, pero sobre todo sus muros y los cierres. Para
ellos son sobre todo lugares de creación. Van comentando
casi cada una de las firmas. "¿Ves el trazado de esa firma?
Se nota que es casi un principiante, que no sabe", dicen mientras
señalan una de las pintadas que se acumula en una de las
fachadas del convento de las Comendadoras. Enseñan
orgullosos sus creaciones, a modo de trofeo, en las puertas de
algún garaje, algún lugar dejado, en el muro de
un colegio, pero también en los cierres de comercios, una
solución a la que han acudido varios comerciantes de la zona
centro. "Intentas que te vean, hacerte un nombre, encontrar un
reconocimiento", explica Piwi.
Uno de los cierres que ha hecho Piwi es el de las Bodegas Rivas, local
situado en la calle Palma. "Todos los fines de semana nos
hacían pintadas y teníamos que fregarlas
nosotros. Hace unos meses nos dijeron que una solución era
poner un grafitti, y como le conocíamos nos lo hizo", dice
Librado Martín, propietario de las bodegas. "Desde entonces
lo han respetado, y nos han hecho pocas pintadas".
El recurso de pintar los cierres no es novedoso, y llama al
código no escrito y jerarquizado de los graffiteros. Las
firmas no pueden sustituir otras firmas. Cuanto más
complejas son más tienen que ser respetadas. Una firma con
rotulador nunca puede suplantar una 'pota' - firma hecha con spray - y
esta no puede suplantar nunca un graffiti, un trabajo más
elaborado.
En los primeros lugares de Madrid
donde se experimentó este recurso para hacer frente a las
firmas fue en la calle Fuencarral, donde sin embargo el
código ha saltado por los aires. "Ya no respetan nada. Van a
pisar a la gente, por envidia, porque ellos no saben hacerlo. Antes
había respeto. Ahora se creen que esto consiste en ir
poniendo la firma en cualquier sitio, y cuanto más, mejor.
No se preocupan por mejorar.", dice Spok, autor de varios cierres en
esta calle comercial del centro de la capital.
Entre los pioneros de ofrecer sus servicios para pintar cierres
está el grupo Boa Mistura, que ganó
reputación con esos trabajos y se ha abierto paso en museos
y para trabajar ahora con grandes firmas comerciales como Nokia o
Microsoft, o abrirse paso en los museos o muestras. "Los más
radicales ya no respetan ese trabajo. Creen que estás
cobrando por hacer un graffiti, y les estás quitando sitios
donde pintar", aseguran.
Otros comerciantes han recurrido al servicio de empresas privadas de
limpieza, ante la cantidad de firmas que aparecen en los muros de sus
locales. "Los fines de semana y los periodos vacacionales son mucho
más activos", dice Jorge Ramirez, consejero de publicidad de
Proliser, una empresa que lleva limpiando pintadas desde el
año 1991. "Nosotros tenemos la suerte de tener la
concesión de la limpieza de ciertas partes del metro, y
cuando los de seguridad les interviene material, nosotros mandamos a
que se analice para hacer productos específicos, porque
ellos intentan ir siempre más rápido que
nosotros", dice.
Piwi conoce las 'armas' de empresas como Proliser, pero él
no lo plantea como una guerra. "Usan el AGS, Antigraffitti System. Lo
tienen bien montado. Ellos curran porque nosotros pintamos", dice con
cierta sonrisa traviesa. Y en seguida uno recuerda la frase con la que
cerró uno de sus trabajos, realizado encima de uno de los
muros de un colegio, donde antes estaba otro de sus grafittis,
limpiado por el Ayuntamiento: "Tú borrar, yo pintar".
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