El barrio de Malasaña se ha convertido este domingo en la
meca del graffiti de la capital. Un centenar de comerciantes
dejó en manos de otro centenar de artistas las persianas de
sus negocios. Cada cierre fue un lienzo y la iniciativa, un
éxito. Y de nuevo el debate sobre el arte urbano en Madrid. La idea de convertir un barrio entero en un taller de pintura
nació en Barcelona bajo la batuta de Persianes Lliures. Este
colectivo coordinó hace unos meses una acción
idéntica en la Ciudad Condal cuya influencia
enfureció a los responsables municipales que reaccionaron
multando además de al graffitero al comerciante permisivo.
Las sanciones frenaron la defensa de "un espacio para que todos puedan
pintar en la ciudad" y los organizadores han encontrado en Madrid,
gracias a la colaboración del periódico local
Somos Malasaña y de la Asociación de Vecinos
ACIBU, un lugar donde continuar con su reivindicación. Aquí, de momento, no habrá consecuencias. Por la
mañana, la Policía Municipal pasaba de largo ante
las decenas de jóvenes, y no tan jóvenes, que
agitaban los sprays frente a los comercios tradicionales del barrio. El
Ayuntamiento, que multa con hasta 6.000 euros a los que pintan
patrimonio público, sólo protege y mantiene las
fachadas; los cierres se consideran "propiedad privada", explica una
portavoz de la concejalía de Medio Ambiente que no confirma
si puede haber, aún así, alguna norma con la que
pueda prohibirse.
El maratón de graffiti comenzó a las 10.00 de
este domingo. Con una lista de los comercios y otra de los artistas,
los organizadores iban repartiendo los lienzos de metal. Entre los
graffiteros se encontraba un grupo profesional que había
viajado desde Londres para dejar aquí su huella, una
italiana con dotes para el dibujo pero que acababa de descubrir por su
novio la adrenalina de pintar en la calle, varios románticos
estudiantes de Bellas Artes, alevines de la firma urbana y pintores que
viven de redecorar fachadas con spray y que cuando terminen su obra la
tacharán con una enorme equis negra... "Porque
¿qué diría el pescadero si se empieza
a regalar el pescado?".
Tres de los cierres más visibles situados en la plaza del
Dos de Mayo fueron a parar a las manos de Fernando y sus
compañeros de clase de la facultad de Bellas Artes. Su
ambición ante la persiana de una tienda de ropa distaba
mucho de la de sus colegas graffiteros. "Nosotros hemos venido a pasar
el rato. A pintar y a estar a gusto", explicaba mientras dibuja una
enorme rana (diseño original de un papel que se acababa de
encontrar en el suelo).
LER, un madrileño que inició su carrera en el 93,
"robando sprays en el Alcampo", disfruta repasando el negro de dos
cabezas que ha diseñado para el bar de la esquina, pero
advierte que esto está muy lejos de ser un evento de
graffiti. "No hay un nivel estandarizado, no hay un patrocinador, no
hay público especializado... Esto es un evento
artístico, porque el graffiti es otra cosa". LER no se queda
solo en su reivindicación del espíritu del
graffiti. DEUS, afincado en Londres e integrante de una popular
plataforma de artistas llamada Subism, también advierte: "El
graffiti es ilegal y cuando lo legalizas es trabajo. Esto que estamos
haciendo es arte urbano, nada que ver con el graffiti".
El debate de qué es y no graffiti, la advertencia de que su
esencia reside en su ilegalidad y de que todos ellos han comenzado
haciendo "ruido", para justificar las firmas que invaden las fachadas
del barrio, ha recorrido las calles de Malasaña. Hasta
llegar a una en la que una pareja de jóvenes terminaba el
que, probablemente, era el graffiti más espectacular de
todos: una joven hiperrealista mostrando su dedo anular.
"Cuando acabemos voy a coger un spray negro y lo voy a tachar",
explicaba el joven encapuchado. "Participo en esto, pero me parece
fatal que lo hayan organizado. Yo vivo de los encargos de los
comerciantes para que pinte sus fachadas. Ofrecerlo gratis es como
regalar el pescado".
Otros como Jorge, que con 20 años hizo su primera pintada en
la pared del colegio, "con el permiso del director", simplemente
disfruta de una persiana para él solo en la que estampar su
firma: TOES. "El graffiti no
es para los museos, tiene que estar en la calle. Podrás
hacer trabajos con la técnica del spray, pero ya no
será graffiti".
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