Algunos
creen que los murales le quitarán espontaneidad a los
graffitis. No es tan relevante como "la campaña contra el
terrorismo" o la estrategia para terminar con las armas de
destrucción masiva de Saddam Hussein, pero Tony Blair, el
primer ministro británico, agregó a su lista de
problemas un nuevo campo de guerra. El enemigo está en todas
partes, en cada rincón de las ciudades del Reino Unido, y
sus "militantes" son tan escurridizos como los guerrilleros de
al-Qaeda. Los graffitis o pintadas callejeras han sido considerados por
el jefe de gobierno como "un mal síntoma" de la sociedad
moderna, como las drogas y la violencia irracional. Blair quiere que los
menores no puedan comprar rociadores de pintura. En el discurso
pronunciado en un encuentro de urbanismo, Blair llegó a
proponer la prohibición de vender rociadores de pintura a
menores de 18 años. El graffiti no es sólo una
cuestión urbana sino también
económica. Los municipios de Londres gastan millones de
libras al año para limpiar paredes, bancos de plaza, cabinas
de teléfonos y estaciones de subterráneo y de tren.
Murales como solución. Pero así como no todos los
británicos están convencidos de una
operación militar contra el régimen de Bagdad,
muchos urbanistas manifestaron su oposición a la
"campaña contra el graffiti" del primer ministro. Es
más, varios de los presentes en el encuentro se manifestaron
a favor de una "legalización" de las pintadas callejeras,
que consistiría en colocar murales gigantes en lugares clave
de las ciudades para ser pintados. Combatir las pinturas parece agravar
el problema, no resolverlo. "Los programas de limpieza de graffitis
sólo logran alentar a los autores de estas pintadas a
esparcirse por todas partes. No son una solución al
problema", dijo a la BBC Kurt Iveson, experto en temas urbanos. Iveson
recordó el caso de Nueva York en 1980, cuando las
autoridades combatieron los graffitis en las estaciones de
subterráneo consiguiendo el efecto contrario. La idea de
colocar murales ha sido respaldada por Andrew Pelling, uno de los
miembros de la Asamblea de Londres, que encabezó el
comité especialmente conformado para investigar este
tema. "Las compañías utilizan la
imaginería del graffiti todo el tiempo para vender cosas a
los jóvenes. Tenemos que aceptar que las pintadas callejeras
son parte de su vida. Por eso son necesarios los murales para los
graffitis, y si van a servir para comunicar algo, tienen que estar
ubicados en lugares importantes", opinó Pelling. Los
críticos del proyecto sostienen que es la "ilegalidad" lo
que le da sentido a la pintada callejera.
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