NUEVA YORK.- Corría el
año 1969, y Nueva York apareció bombardeada por los garabatos de un tal Taki
183, empeñado en estampar su firma " en todos los sitios posibles, de modo que todo
el mundo la viera y la reconociera". Aquello fue el inicio de una nueva forma de arte
urbano que los pioneros llamaron writing (escritura) y que alguien rebautizaría
tiempo después como graffiti.
Al cabo de 30 años, muchos lo siguen considerando como puro y duro
vandalismo. Entre ellos el alcalde de NY, Rudolph Giuliani, que tiene una brigada policial
especializada únicamente en seguir la pista a los guerrilleros del aerosol: multas de
hasta cinco millones de pesetas por bombardear. Y se acabó la historia.
Pero el graffiti sigue vivo: tanto, que acaba de salir por primera vez a
subasta. Ocurrió esta semana, en el Puck Building de Manhattan, tomado al asalto por
decenas de artistas del spray. Convocaba la casa Guernsey`s, la misma que hace años se
desmarcó con una insólita puja de famosas guitarras eléctricas. Del rock al hip-hop,
con la complicidad de decenas de neoyorkinos que abarrotaron la sala, profusamente
decorada con tags, throw ups y otras históricas variantes del arte de
la pintada urbana. La subasta tenía un aire como de mercadería clandestina, con b-boys
del talento de Doze, Bama y Sharp firmando en una esquina catálogos a sus admiradores.
Daba la impresión de que en cualquier momento podría llegar los NYPD Blues y arrestarnos
a todos, en estricta aplicación de la política de tolerancia cero de Rudolph
Giuliani.
Pero la subasta arrancó, con un desvencijado plano del subway
firmado por el legendario Taki 183 y adjudicado por casi 100.000 pesetas. La cosa empezó
floja, todo hay que decirlo, y una tela bombardeada por los míticos United Graffiti
Artists (Mico, Coco 144,Snake I, Stitch y Cay 87) se quedó sin comprador. Pedían por él
ocho millones de pesetas. ¡Tela!
Cifras millonarias. El cotarro se animó cuando un comprador
anónimo, colgado al teléfono, pujó hasta los tres millones de pesetas por una puerta
metálica firmada, entre otros, por Keith Haring y J.M. Basquiat, que también
bombardearon el metro de Manhatan. El radiant baby de Haring- pintado a tiza-
superó también el millón de pesetas. Pero el máximo interés lo despertaron otros dos
dibujos en papel de Basquiat, por encima de los 20.000 dólares (más de 3.500.000
pesetas). A Basquiat se debe también el más alto precio pagado jamás por una obra de
graffiti: Peter and the Wolf fue vendido el mes pasado por 660.000 dólares (unos
118 millones de pesetas). Con esa cifra en mente, los subasteros de Guersney`s pensaron
que el mercado estaba maduro, y que decenas de coleccionistas y galeristas estaban
dispuestos a partirse el brazo. Echó un capote el Museo de Arte del Bronx, pero hubo
muchos más curiosos que compradores. Otra de las piezas que se quedó sin adjudicar fue
un vagón del metro neoyorkino, decorado por algunas de las firmas más legendarias
(Zephyr, Scotch 79, West1, Magoo2) y valorado en 12 millones de pesetas..."Hemos
pecado por exceso" reconoció Arlan Ettinger, organizador de la subasta. "Aunque
hemos logrado subir al graffiti de categoría y demostrar que estamos ante un
vibrante manifestación artística, y no ante los garabatos de un puñado de
gamberros".
Una trepidante película, WildStyle, es la mejor forma de
sumergirse en los 30 años de crímenes artísticos en las ciudades americanas. Y
si no, basta con asomarse a la ventana de internet para comprobar que el graffiti está
muy, muy vivo: decenas de sitios sobre su evolución en todas las partes del mundo, de
Melbourne a Londres, pasando por Tokio, Berlín o San Francisco. Nueva York, la cuna
inimitable del writing, cuenta con 30 websites autóctonos, algunos tan
apasionantes como el at149st.com, donde se cuenta la historia de la legendaria estación
de la calle 149: catedral subterránea del arte neoyorkino en los años 70 y 80.
Colorismo urbano. El metro de Manhattan sigue siendo igual
de sucio y cavernícola, pero mucho menos colorista que entonces, cuando cada vagón era
un lienzo andante. La bandera de la resistencia urbana ha vuelto, sin embargo, a ondear en
Brooklyn y en el Bronx, en forma de memorials o esquelas por los caídos en esa
guerra silenciosa que se libra en los barrios negros e hispanos. Una batalla en la que los
graffiteros no parcen estar perdiendo, a pesar de las medidas tomadas al alimón por los
alcaldes de NY, Los Angeles, Washington y Chicago, hace ya tres años. Las alcaldías de
estas cuatro grandes ciudades crearon unidades policiales antigraffiti. Multas
millonarias, trabajos forzados y penas de cárcel para los autores de los graffitis.
Limpiezas ejemplares en los muros. Leyes que prohíben la venta de aerosoles a menores de
18 años. Sin embargo, se estima que en NY quedan unos 2000 bombarderos, que
desafían las leyes locales aunque los vagones de metro ya no sean la mejor pizarra al
haber sido protegidos con pintura antispray.
Se ve que los graffiteros han tomado conciencia social, y la semana que viene se reúnen
en el 79 de Greene Street en Nueva York para lanzar el Neo-Graffiti Project 2000: los
artistas de la vieja y la nueva escuela, unidos en una macroexposición. La fiesta
inaugural se celebrará el próximo 22 de junio, con el hip-hop de DJ Takagi Kan
marcando el beat y la pintada colectiva de un mural exterior como mandan los
cánones: bajo estricta vigilancia policial.
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